sábado, 29 de noviembre de 2008

OTRO DE LOS NUESTROS



JACK KEROUAC
-VIVIR DE INSTANTE EN INSTANTE-

A pesar de que la palabra no lo es todo, a pesar de que las acciones son las que han de regir nuestra vida. Hay lecturas que marcan y hay escritores que se convierten en cómplices, en amigos con los que conversar, uno de ellos, personalmente, es Jack Kerouac. Un novelista y poeta estadounidense que siempre ha estado a medio camino entre el personaje famoso y el conocido solo por unos pocos.
Es considerado como miembro de lo que se dio a conocer como generación “beat”, a grandes rasgos un grupo de escritores, poetas y artistas americanos que se lanzaron a la carretera allá por la década de los cincuenta en busca de la libertad, de la vida, del momento, y que siguieron un modo de vida alternativo al de la sociedad de la época, el cual mas tarde influenciaría a ese otro movimiento que dos décadas después llamaríamos hippismo.
Este hijo de canadienses nacido el 12 de marzo de 1922 ha sido y es todo un referente para todo aquel cuyo modo de pensar escapa a los mecanismos de la sociedad de consumo, y su repercusión en el mundo del arte es mucho mayor de lo que se cree. Bob Dylan afirma que una de la poesías de Kerouac le impulso a escribir canciones, grupos musicales como Sonic Youth o Rem también lo nombran como referente y actores como Matt Dillon o Johnny Deep dicen que su obra cambio el modo que tenían de ver el mundo.
Como muestra de la influencia que ha tenido, tiene y tendrá este hombre en algunas personas, ahí va un artículo publicado por “sami-san” en el fanzine “monografico.net”

¿Cómo sería el mundo si no hubiese existido ese grandísimo cabrón de Jack Kerouac? De hecho, creo que sería exactamente igual. Sin embargo, a mi, particularmente, me parecería algo mas soso y decepcionante de lo que ya es. Hace casi cincuenta años que este tipo “saltando a un mercancías que iba a Los Angeles un mediodía de finales de septiembre de 1955, se instaló en un furgón y, tumbado con su bolsa del ejercito bajo la cabeza y las piernas cruzadas, contempló las nubes mientras rodaban hacia el norte, a Santa Barbara”. ¿Existe una tarea más honesta y apasionante que echarse al mundo, a la vida, a conocer en persona a todos y cada uno de tus hermanos y hermanas, para saludarlos, para abrazarles, para saber de ellos? ¿Puede un hombre dedicar los treinta, cincuenta o setenta años que pasa aquí a algo mejor que recorrer cada calle, cada montaña, cada río, cada roca, cada rincón perdido de un bosque o cada curva de una autopista? Estoy hablando de vagabundos. Hasta hoy yo no he reunido el valor necesario para echarme a la carretera pero sé, desde hace tiempo, que es mi destino. No tengo prisa, pues ya lo saboreo por anticipado cuando me quedo ensimismado bajo el sol de las tardes de invierno entre cristales, o cuando camino en solitario por montañas perdidas que suben y suben hacia las nubes o cuando conduzco al anochecer tras el haz de los faros en busca de la línea de un horizonte rojizo.
Se que no habrá un revolución de mochilas como el barrunto, por fortuna. Odio las masas. Acaso seria mejor dedicar cada minuto del día a ganar dinero disfrazado de ambicioso formal engominado y cada minuto de la noche a venerar a los ídolos desde el sofá mullido del cuarto de estar. Quizá sea mejor repartir equitativamente cada billete ganado con sudor entre las multinacionales de rutilantes logotipos que nos prometen dosis de felicidad en todos los escaparates de la ciudad.
Soy un vagabundo. Aun sigo aquí, pero no del todo. Ya he visto mil veces esa mañana tibia de primavera, de sol brillante e incipientes flores, de cielo límpido y aire fragante, en la que echo a andar por el borde de la carretera con mi pequeña mochila al hombro, mis botas y mi camisa de cuadros, casi con lo puesto y, con el corazón henchido y una sonrisa incontenible, grito al viento mientras me voy haciendo diminuto, ¡ya no tengo nada, todo es mío!






-por Moi-

1 comentario:

Damian Alarcon Sempere dijo...

muy muy bueno este tio es lo que todos hemos querido ser en algun momento